martes, 23 de diciembre de 2008

"Cuando Shlemel fue a Varsovia y otros cuentos" de Isaac Bashevis Singer

Hace lo menos veiticinco años mi padre se presentó en casa con un libro algo raro y me dijo que si me apetecía leerlo. Me pareció divertidísimo. Lo tengo de editorial Alfaguara, sin duda descatalogado. Tal vez en Uniliber.
El cuento que más me gustó a parte del que da nombre al libro - Shlemel intentando ir a Varsovia y jamás llegando y a la vuelta a su pueblo yendo a uno igualito al suyo pero que no es el suyo, con una esposa igualita que tampoco es la suya, y...- el que más me gusta es el de un viejo avaro que sólo acumula riquezas. Un día un vecino le pide una cuchara de plata con el pretexto de que cenaba con ese vecino un joven y guapo pretendiente de la hija. Con esa cuchara el joven pretendiente vería que ellos eran una familia pudiente. Eran otros tiempos. El caso es que al día siguiente el vecino le devuelve la cuchara y seis cucharita pequeñas de plata. Le dice al viejo que la cena fue mal, pero que de madrugada la cuchara dió a luz seis cucharillas de plata y que se las entregaba a él. Asi, cada noche algo diferente de valor le era pedido al viejo y cada mañana el vecino le entregaba sucesivos partos de esos objetos de valor. El viejo avaro se frotaba las manos. No podía ser todo aquello, mientras se beneficiara la irracionalidad del hecho poco le importaba. Un día le pidió prestado el candelabro de siete brazos, eran judíos, de plata. Aqui el viejo intuyó que se enriquecería mucho más y excitadísimo entregó el valioso objeto. En esta ocasión un acaudalado joven venía a pedir, supuestamente, la mano de la hija del vecino.
El viejo no durmió pensando en la fortuna que le traería el vecino. Siete candelabros de plata. Demasiado para poder contenerse. A la mañana el vecino fue a casa y le dijo que la cena fue mal. Que el joven era un farsante. El viejo le espetó que donde estaban sus candelabritos. El vecino le dió la mala nueva: había fallecido en el parto.
El viejo le llamó farsante y ladrón, que le había engañado, que un candelabro no podía morir en un parto. Tampoco dar a luz le espetó el vecino.
Recurrieron al juez de paz dara dirimir la contienda
Una vez oído el caso falló de la siguiente manera: si la irracionalidad y el poco sentido común beneficiaba al viejo cuando le iba bien y no consideró el asunto anormal, cuando le fue mal tampoco podía protestar.
Moraleja aplicable a nuestro absurdo cotidiano

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