domingo, 7 de diciembre de 2008

"San Isidro fútbol" y "Aquí no paga nadie". Pino Cacucci y Dario Fo

Vivimos en un mundo en el que actualmente sólo se nos ve como buenas personas si nos comportamos de una manera socialmente aceptada. Es fácil. Con aparentar que estamos en contra del maltrato de los animales, de la violencia de género, de las dictaduras, del caciquismo, de la especulación, del terrorismo, de la explotación laboral, del respeto al prójimo, de Gran Hermano, de la subida de los impuestos, del avinagramiento social... En fin, de todo lo que te hace ser un vinilo en una estantería de CD's.
En ambos libros, se nos muestra de una manera tremensamente cómica que, en un principio si que respetamos nuestro ídem (perdón por el juego de palabras...) pero que, como ya nos dijo Mark Twain, "los pricipios sólo tienen fuerza cuando se tiene el estómago lleno". El respeto, la tolerancia y todas esas cosas tan bonitas que quedan tan bien decir en medio de una multitud de gente, se derrumban como un castillo de naipes ante la presión que ejerce el beneficio propio sobre nuestros valores.
En "San Isidro fútbol" es la figura de un sacerdote que descubre los poderes de un "misterioso polvo blanco" que le da unos poderes sobrenaturales al delantero centro del equipo de fútbol de su pueblo. No sabe (o no quiere saber) la naturaleza de ese polvo e intuye que incluso podría ser pecado la utilización del mismo, pero gracias a él, el delantero centro marca más goles que Garrincha.
En "Aquí no paga nadie" es lo mismo pero digamos...del otro bando. Un trabajador, camarada de sus camaradas, obrero, sindicalista, duro con la patronal y el empresario, trabajador ejemplar,con el puño en alto siempre que puede, se rinde ante la influencia de poder robar con argucias morales al que ni el más desalmado de los mortales se podría resistir. En unos tiempos de crisis donde todas las mujeres están embarazadas (pobrecitas, míralas como sufren) i nadie es capaz de investigar si ese embarazo es real o simplemente por aprovecharse de los beneficios morales y sociales, donde hasta un ataud sirve para esconder comida robada sin que nadie se atreva a mirar lo que hay dentro (ya tiene bastante pena) y donde cualquier excusa es buena con tal de que sea mentira, los personajes de este libro nos muestran el desasosiego y el malestar social de las clases trabajadoras donde, al contrario de la ley natural, no es el más fuerte el que sobrevive, sino el más débil.
Ignorantes y débiles... La raza que dominará el mundo

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