martes, 30 de diciembre de 2008

"La cripta de los capuchinos" de Joseph Roth


Viena, tras la primera guerra mundial. La familia Trotta es una familia venida a más gracias a la ayuda de un antepasado suyo al emperador en plena batalla. Nombrados nobles suben en el escalafón social del imperio austro-hungaro. La primera guerra mundial viene a hundirlo todo. Era otro mundo, un mundo basado en el honor. No en el dinero. Estallada la guerra, todos los nobles entregan todo su dinero al imperio, sin especular, esperando que tras la victoria, si llega, todo le sea devuelto. La derrota conduce a la miseria a todos ellos. Lo aceptan sin deseperación, hicieron lo correcto. El joven Trotta debe convivir con la nueva realidad surgida de la gran guerra. Ya no hay dinero, su hermana y su cuñado viven del arte, de vender lo que ellos llaman arte, y lo aún se llama arte. Pura basura para sacar el dinero a nuevos ricos. Al joven trotta se le remueven las tripas. Llaman virtud al vicio. Caído el imperio, una retahila de nuevos paises surca la vieja Europa, entre todos ellos la vieja Alemania.
Fascinante e inquietante el perosnaje de un Alemán amigo de su madre, nostálgica de otros tiempos. Este alemán chilla, no habla, y su lenguaje encierra gran beligerancia. Es fácil establecer la metáfora. De quién habla. El joven Trotta no entiende por qué su madre, simbolo del viejo mundo, está tan contenta de conversar con ese gritón insoportable, hasta que se da cuenta del por qué. Su madre - la vieja europa- estaba sorda, y sólo estaba ya preparada para oir gritos histéricos.
Impresionante

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